jueves, 24 de mayo de 2018

Misión superada: control de orgasmos.


Esta vez no tenía orden de atuendo, por lo que únicamente preparo mi collar. La sesión empieza antes de lo que llegaría a imaginar, preparados ya para empezar a cenar en el McDonald Jota coloca un post it en la mesa delante de mí que lleva escrito “¿Quieres complacerme ahora?” Algo que me descoloca completamente pero respondo con un “Sí”. Dada mi aprobación, vuelve a ponerme otro donde me marca las siguientes pautas:
-Vete al baño.
-Quítate las bragas.
-Dámelas.
El momento me da morbo y sin pensármelo voy hacia al baño a quitarme el tanga que se lo entrego a Jota en cuanto salgo.
-Que atrevida.
Sonrío pervertida por el juego que se ha marcado mi dueño y por el que hace que esté mojada durante toda la cena.
-Ponte el collar y pasa –me ordena en la puerta de su casa.
Sentados cada uno en su correspondiente sofá, Jota me ordena desnudarme y sentarme en el suelo delante de ÉL para sujetarle el cenicero mientras se fuma su clásico cigarro previo a la sesión. Está valorando mi actitud, reacción, la forma y ganas que le pongo. Lo hago a gusto y con ánimo, encantada de servirle a todo lo que me pida. Al acabar vamos al baño y coloca un cojín justo delante del espejo de la bañera para que me acomode de rodillas.
-Ábrete de piernas. Hoy no te vas a correr hasta que yo no te diga. Quiero que te toques mientras me ducho y te mires al espejo. No quiero verte parada.
Mientras digiero la información, Jota se mete en la ducha y me pongo manos a la obra, con la mano en mi sexo me empiezo a lubricar, a excitar, meto y saco dedos de mi interior, toco mi clítoris, los labios… disfruto…sé que a Jota le gustará verme húmeda cuando salga. No paro de tocarme, sé que me observa desde la ducha esporádicamente. Jota sale y se acerca a mí, comprueba que estoy mojada y sin mediar palabra meto la polla en la boca, no me hace falta que diga nada para saber lo que tengo que hacer. Mientras saboreo su polla, va cobrando vida dentro de mí, se hace dura y fuerte. Está preparada para mí.
-Estás para complacerme, a ver esa lengua –dice y después de obligarme a garganta profunda añade -: métetela hasta donde puedas.
La penetro en mi boca hasta conseguir arcadas y lograr la garganta profunda deseada y reanudo la mamada a la vez que me sigo tocando. Cada vez estoy más excitada, más húmeda, más cachonda y más dispuesta a todo.         Restriega su polla por toda mi cara.
-¿Te gusta tu dueño?
-Sí, Señor.
-Abre la boca.
Jota escupe saliva dentro la cual trago gustosa. Me levanto y Jota me invita a sentarme en el lavabo.
-Me gustó la experiencia, así que vuelvo a follarte aquí.
Me penetra suavemente y damos rienda suelta al deseo, la libido toca el cielo y nos fundimos en un pasional beso, devora mi boca y yo a ÉL. Da un húmedo lengüetazo a mi boca.
-Mira al espejo –me tienta.
Bajo el empañado cristal se refleja mi rostro ardiente al unísono de las embestidas de Jota, dejándole un umbral de flujo vaginal sobre su polla y observando cada penetración, agitándome cada vez que pasea su lengua por mi cuello y pezones y estremeciéndome en cada tirón fuerte de éstos. Gimo, jadeo, gozo y disfruto del momento, de mi dueño. Acaricio su pelo, su barba y su cara. Interrumpe las penetraciones, me coge en brazos y rodeando su cintura con mis piernas me coloca frente al espejo de la ducha.
-Mírate al espejo –espeta.
Jota conoce cada una de mis debilidades y sabe el morbo que me provoca verme en uno de ellos, da igual lo que se esté haciendo. Me abrazo a su cuello y observo cada impulso que Jota da para embestirme y la reacción de mi cara y cuerpo al recibirla.
Salimos del baño y nos trasladamos a la habitación. Jota se sienta en la cama frente al espejo y ordena sentarme encima de ÉL para hundir su polla en mi húmeda vagina y moverme al son de las caderas.
-¿Te gusta cabalgar? – Asiento y añade -: Zorrita.
Jota se inclina para atrás en la cama y le rodeo el cuello con mis brazos para mayor comodidad a mis movimientos.
-A ti a lo mejor te parece incómodo pero vaya posturita.
Las palabras de Jota me generan curiosidad, algo común en mí por lo que miro al espejo para confirmar lo que dice Jota. Me gusta. Nos levantamos y repetimos la misma escena que en el baño, de pie frente al espejo pero esta vez yo de espaldas a éste.
-¿Te está gustando perrita?
-Sí –musito en su oído.
-A mí también.         
Se da la vuelta y me tumba bocarriba en la cama para volver a sumergirse dentro de mí. Empieza despacio y aumenta ritmo, intensidad y placer. Chupa mi cuello, tira de mis pezones y lame el punto débil que vive en mi barriga. No sé si de casualidad o que ya es conocedor de donde es exactamente. Llevándome a otro lado de la cama me coloca un cojín ancho debajo del culo para estar más alta y dar mejor acceso.
-Esto lo hago para mi disfrute. Tócate mientras.
Simultáneamente excito mi clítoris y durante minutos recibo la dura erección que posee Jota. Me incorporo y voy hacia la pared.
-Ponte de rodillas y espérame en una posición adecuada.
Aguardo en posición de espera y tras escasos segundos le oigo entrar en la habitación donde adecua el espacio con una almohada.
-Apoya la cabeza ahí y enséñame el culo todo lo que puedas.
Comienza a lubricarlo con dedo y lengua para introducir la cola anal. Una vez puesta y cómoda con ella me levanto para que me ponga la mordaza y me ate con la cuerda en las fijaciones de pared. Jota fotografía el momento y tras varios recuerdos ya guardados ata mis pies con otra cuerda para no poder moverme de ninguna manera.
-Ahora sí que eres una zorrita. ¿Estás cómoda?
Asiento ya que no puedo hablar.
-Mejor, porque me daría igual si no lo estás.
Por señales le digo que me aprieta una de las cuerdas de la mano.
-¿Qué te pasa? Habla –dice mofándose.
Como puedo se lo digo y afloja la cuerda. Se lo agradezco, me pone el antifaz y ahora ya estoy más que preparada para lo que venga. No veo, no puedo hablar y no me puedo mover, combinación más que perfecta y morbosa. Inicia los azotes con el flogger.
- Te voy a marcar todo el cuerpo –susurra
Cuando me habla al oído se me eriza el cuerpo. Traza una ruta empezando por el culo, pasando por piernas, pies, brazos y terminando en pechos. Me empiezo a calentar y ahora elige la pala. Recibo uno a uno los golpes y totalmente soportables. La mandíbula me duele y la mordaza me dificulta tragar provocándome sequedad de garganta y con ello ganas de toser que por suerte puedo controlar para no arruinar el momento.
-¿Incómoda con la mordaza? Por mí como si babeas en el suelo, me da igual.
Las palabras de Jota son tajantes y sé que está disfrutando de mi dolor y malestar. Da paso a su impecable mano atestando sus más que comunes azotes fuertes, raudos y profundos. La baba se me cae. El sonido de las palmadas sobre mis nalgas es música celestial para mis oídos anulando así los truenos que se cuelan por la ventana. Tira fuerte de mis pezones. Estoy muy excitada. En el transcurso de la noche y la tormenta que azotaba a ésta, retira la cola anal y recibo un diferente objeto que rápidamente distingo, su artilugio más preciado, el cinturón, propiciando golpes intensos me muevo, inclino la cabeza hacia atrás, tiro de las cuerdas y jadeo.
-¿Estás bien? –pregunta concediéndome un corto descanso.
Asiento y toca mi chorreante sexo.
-Ya veo que estás bien, estás empapada.
Retoma golpes con la mano e intercala con el cinturón regalándome un momento de pura energía y adrenalina. Minutos después finaliza con los golpes, me desata de pies y manos y relajo las articulaciones, quita la mordaza, el collar y me deja con tan solo el antifaz.
-¿Estás bien? –pregunta de nuevo.
-Sí –le sonrío.
-Culito indestructible.
Mientras el dolor cesa, celebro con satisfacción haber superado los fuertes azotes. Jota se aleja de la habitación y compruebo que todo va bien levantándome el antifaz sigilosamente que rápidamente me vuelvo a colocar.
-La última vez que te quitas el antifaz sin mi permiso – me regaña cuando vuelve a la par que me da hostias.
-No me lo he quitado –replico a la defensiva.
-Te estabas mirando los dedos -dice enfurecido.
-Solo me lo he levantado un poco para comprobar que todo iba bien.
Convencido o no, Jota me lleva despacio al borde de la cama, se sienta y me sitúa de rodillas sobre una almohada delante de él.
-¿Cuál era tu misión hoy?
-Obedecer en todo.
-Y no correrte -añade.
Asiento, se me había “olvidado” ese importante detalle ya que obedecer en todo es mi tarea diaria. Jota acerca su polla a mi boca y cuando menos lo espero la tengo dentro saboreándola con ganas en mi paladar al unísono de mi mano. Cuando Jota me levanta del suelo y voy a colocarme a 4 patas en la cama por orden suya, pregunta algo que no recuerdo y a lo que contesto con un simple <Sí>. La reacción de Jota no se hace esperar e inesperadamente me abofetea.
-Sí, señor –respondo de inmediato al saber perfectamente cuál había sido mi error.
-Que no se te olvide cuál es tu sitio – agarra y tira de mi pelo de malas maneras ocasionando que caiga a la cama sin equilibrio.
Mientras proceso y asumo mi fallo y los estragos que conllevan, Jota me penetra y folla duro. Gimoteando y jadeando disfruto del brillante momento que se me regala. Lo único que ronda mi cabeza es no correrme con lo cual busco mi estrategia y la domino mentalmente obligándole a no centrarse únicamente en el placer. Jota me lanza sobre mi costado derecho y me pone bocarriba. Me da permiso para quitarme el antifaz y me da el Hitachi.
-Póntelo y cuando estés al límite de correrte, lo paras y me lo das.
Me pone a prueba. Comienza mi miedo a no saber controlarme y correrme, lo que supondría desobedecer las reglas de hoy y fomentar la decepción de Jota. Sé que confía en mí y el más mínimo error puede desenfundar un castigo. Jota se tumba de lado para que se la chupe y me observa mientras me doy un festín con mi loco vibrador. Mi cuerpo me avisa de la proximidad del orgasmo por lo que sin pensármelo y antes de que sea demasiado tarde, lo paro y se lo entrego a Jota.
-Buena chica. ¿Qué tal la sensación?
-Mal, quiero correrme – le soy sincera entre risitas desesperantes.
-Lo sé –se ríe.
Vuelvo a la posición de cuatro patas y se repite la misma acción. Follamos duro con intervalos suaves pero muy efímeros. Me azota eficiente mientras entra y sale su miembro dentro de mí. Miro al espejo. Las ganas de que termine este suplicio son inmensas y no veo la hora de que Jota me dé permiso para correrme. Someto continuamente a mi cabeza y le repito siempre la misma frase <No te corras, aguanta>. Paro en seco a Jota llevando mi mano a su pierna.
-Pare, por favor. Me voy a correr.
Jota para de inmediato. Ni yo misma me creo que esté logrando cortarme cada uno de los orgasmos. Vuelvo a ponerme bocarriba y tras su acercamiento a mi coño un resoplido sale de mi boca con previo aviso de lo que me viene. Me hace eso que me enloquece, su lengua en mi debilidad y la anhelaba. Haciéndome vibrar con la receta que nadie sabe excepto él. Le miro y veo como su lengua juguetea con mi hinchado clítoris que cuando se percata me mira también fundiendo así miradas calientes y deseosas. Mete dedos, intercalándolos con el sexo oral.
-No hace falta lubricarte – se ríe
Mi coño está ardiendo y a rebosar, literal. Me retuerzo sobre la cama y muerdo mi brazo como reacción al placer y control del orgasmo. Mi instinto dice que me corra y mi cabeza pide que no, estableciendo un reto entre ambos. Envuelta mi mente en el bucle constante de no permitirme que me corra, me prohíbo hacerle caso al instinto y obedezco a la cabeza, pidiéndole de nuevo a Jota que pare.
-¿Qué eliges para correrte, dedo o Hitachi?
-¿Su dedo o el mío? –pregunto atrevida.
-El tuyo.
-El Hitachi –contesto con mirada desafiante y pervertida.
Sin pensármelo dos veces y sin un ápice de vergüenza elijo el Hitachi. Si sus manos no me tocan no es lo mismo. De nuevo a cuatro me penetra.
-¿Está sensible? –refiriéndose al clítoris
-Sí, mucho.
-¿Quieres correrte ya?
-Sí, por favor.
La desesperación crece con cada segundo que pasa, estoy sobrecargada y necesito expulsar todo lo que estoy conteniendo. Con el eco de los truenos de fondo, me azota y me doy un capricho mirando al espejo para contemplar la escena. Vuelvo a recostarme bocarriba. Expectante observo a Jota que coloca y se sienta en una silla a escasos centímetros de la cama frente a mí. Me ordena que coja el vibrador y una vez en mi mano, encenderlo y ponerlo en mi clítoris.
-Te puedes correr ya. Te doy permiso para hacerlo tres veces.
Bajo la atenta mirada de Señor, que se pajea mientras tanto con el pie izquierdo apoyado en la cama, me deleito con el Hitachi obteniendo mi primer, merecido y tremendo orgasmo.
-Abre las piernas que no disfrutas – dice con un toque de enfado.
-Si disfruto –me atrevo a decir entre gemidos.
-Pero yo no, ábrelas, que yo te vea bien pegado el Hitachi.
Las abro forzada, resulta muy difícil mantenerlas abierta con tanta intensidad, pero me limito a obedecer tanto a Jota como a mi cabeza: <No las cierres>.
-¿Quieres que te ayude?
-No –manifiesto decidida.
Rechazo indudablemente la oferta.
-¿No? -Sube una más la intensidad – dice vengativo.
Con las manos temblorosas pulso el botón de + y mis sentidos se disparan. Lanzo miradas furtivas a Jota que me contempla con semblante serio y al espejo, al que tengo que mirar más de una vez para admirar el espectáculo que se ve a través de él: Jota sentado pajeándose con mirada penetrante hacia mí controlando todos mis movimientos, y yo totalmente abierta y expuesta frente a Jota retorciéndome con el Hitachi y llegando así a mi segundo orgasmo. El tercero no tarda en hacerse notar y Jota con velocidad se levanta y me arrebata el vibrador de las manos para plasmarlo él mismo.
-Córrete las veces que quieras, quiero más orgasmos.
Exploto indefinidas veces tras pasar por varias regañinas de Jota para que abra las piernas e incluso abriéndolas él mismo entorpeciendo que pueda cerrarlas. Me planteo decirle que no puedo abrirlas bien, que es algo casi imposible pero hay un gran inconveniente y es que eso para Jota es un tema insostenible. Jota remata con la tortura y en mi cara aparece un rostro más que relajado y satisfecho.
-Como me gusta hacerte sufrir – se ríe- y yo también ahora que todo ha acabado.
Descansamos mientras normalizo mi respiración, mi pulso cardíaco va descendiendo y mi cuerpo va remitiendo el temblor. Celebro mi victoria, he logrado hacerme con el control de todos y cada uno de mis orgasmos, pasando todas las pruebas que me ponía Jota, viajando por sitios desconocidos y con ganas de recorrer más mundo. La capacidad que tengo de explorar mi límite y saber cuándo parar y la capacidad de poder que ejerce Jota sobre mí. El ciclón de emociones que se crea y la cantidad de pensamientos negativos que destruyo y arranco de mi mente. Es algo inaudible, inaudito y fascinante por el intenso orgasmo que te provoca después.
Espero a que en cualquier momento Jota me deje comerla, y mi intuición una vez más no falla ;)
-Cómemela anda.
Desde la posición en la que estoy e incorporándome un poco llego con éxito a la polla. La devoro, la hago mía, me doy golpecitos en la lengua, redondeo el glande, chupo y beso, lamo de arriba abajo complementando con la mano.
-Estabas deseosa ¿eh?
Después, improviso nuevos movimientos y técnicas que resultan gustar y agradar a Jota. Me pego un festín con la polla. Las piernas de Jota comienzan a temblar y contraerse avisándome de la cercanía del orgasmo. Chupo lento y acaricio los testículos para fomentar el orgasmo y recibir la llegada de su leche a mi boca. Suculento manjar que no se puede desperdiciar y arrebaño hasta la última gota que sale. Ahora sí damos por finalizada la sesión. Una vez más y dando significado a la palabra literal:
Después de la tormenta siempre viene la calma.

                                                                                                                             Daira.




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