Nervios,
incertidumbre y dudas. Ganas e impaciencia. Palabras exactas para definir lo
que siento ante esta sesión. Soy conocedora de que esta era especial aunque
sólo Jota sabía por qué y yo no estoy para preguntar, solo para obedecer, entregarme
y satisfacerle. He tenido que esperar dos largas semanas para que llegara este
día, tiempo suficiente para concienciarme, prepararme y asimilar lo dura y
diferente que iba a ser la sesión. Siempre me hago mis ideas en la cabeza
aunque luego nada que ver con la realidad.
La única
orden que tenía de vestimenta era ir cómoda, deportivas exactamente. Como
siempre, me doy el lujo de ponerme ropa interior sexy para él. Elijo un liguero
y medias negras, sujetador rojo y negro que le gusta a Jota, labios y uñas
rojas y mi collar preferido, ahora personalizado a gusto de Señor 🙂
Estoy hecha
un manojo de nervios, impaciente ante la salida de Jota del baño. Sale y como
siempre le miro a ver cómo va vestido, sabía que esta vez iba a llevar su
vestimenta particular aunque mi sorpresa cuando le veo es que va vestido de
traje. Sabe que me gusta. Le sigo con la mirada y le miro de arriba abajo. Está
guapo, elegante y le queda muy bien el traje. Exhala un suave perfume. Todo un
Grey para mí esta noche. Me excito al verle.
Tensa me
dirijo a la puerta la cual había colgado unas esposas agarradas a una cuerda y
un tubo.
-Que bien
hueles –le musito.
Me da
bofetones, sé perfectamente el motivo.
-Huele –
rectifico.
Me esposa
las manos y doy rienda suelta a mi preparación. ¡Que comience la acción!
-Que bien te
queda el rojo –me dice.
No digo
nada, solo sonrío un poquito pero Jota no me ve ya que me encuentro de espaldas
a él. Con toda su parsimonia me hace esperar, sé que le gusta verme impaciente
esperándole.
-¿Preparada?
– musita en mi oído izquierdo
-Sí señor –
respondo con seguridad
Con
destreza, procede el primer golpe con cinturón, duele pero no muevo ni una sola
parte de mi cuerpo, asimilo y me acostumbro al dolor, así hasta 4 golpes con
éste y se detiene. Espero el quinto pero Jota me amarra del pelo y me da un
azote con la mano de los suyos, fuerte. El segundo es tan intenso que mi cuerpo
se echa hacia delante, tres…cuatro… me coloca el pelo y da un quinto y último
azote…por ahora. Me suelta de las esposas y me lleva hasta la mesa donde me
ordena echarme 10 granos de arroz en cada deportiva. Curiosa lo hago y me las
pongo. Supongo que es para que esté incómoda. Regreso a la puerta donde me
vuelve a esposar.
-Por
petición, voy a empezar con el flogger – me informa
La petición
es mía y Jota lo tiene en cuenta. Trago saliva, respiro y me preparo. Pasea el
flogger con suma delicadeza siguiendo un recorrido por mi cuerpo y me azota por
todo éste.
-Hoy te voy
a marcar todo el cuerpo – susurra y sigue -: brazos, espalda, piernas, culo…
Ese
comentario eriza mi piel. Mis pulsaciones y ritmo cardíaco van a compás. La
ansiedad aumenta con cada segundo que pasa mientras Jota me azota con el
flogger durante unos minutos. Me da tan fuerte que siendo el objeto más suave
para mi hasta éste me hace daño.
-Ahora no
vales nada – susurra en mi oído.
Sus palabras
me ofenden, me descalifica, cierro los ojos y suspiro para evadirme de sus
crueles comentarios. Intento separar la vida real al BDSM, sé que él no me
haría daño ni me diría esas cosas fuera de sesión. Ahora que tengo el cuerpo
sensibilizado, coge de nuevo el cinturón y vuelve a golpearme con fuerza, me da
con la hebilla y las ganas de llorar aumentan, duele mucho pero sigo
concentrada sugestionando a mi cerebro mientras recibo golpe tras golpe. Desabrocha
la parte de atrás del liguero, supongo que para que no me clave las hebillas. Jota me da un beso en la comisura de la boca, o eso creo. Desde mi perspectiva observo la sombra de Jota en la pared y
visualizo que me observa, cada detalle, cada reacción y parte de mi cuerpo. Me
divisa, controla mis movimientos. Me tira del pelo. Las esposas se me clavan en
las muñecas y me hacen daño, las tengo entumecidas y las muevo para avivarlas.
-Me encanta
ver que estás incómoda con las esposas.
Reanuda sus
movimientos, ahora de nuevo con su mística mano y me azota con derroche,
infinitos azotes fuertes, intensos, en uno de ellos mi cuerpo y espalda se
dobla y doy un paso hacia delante, me he hecho daño en la espalda, me planteo
decirle que tenga cuidado pero me lo guardo. Me ofrece un dedo de su mano para
chupar y lo meto en mi boca. Lo chupo como si de una polla se tratara.
-Se me está
poniendo dura –me cuchichea
Se coloca
detrás de mí y noto su erección creciente en mi culo. Me froto disimuladamente
con ella. Me tira de los pezones y coloca las pezoneras en éstos, endurecidos
por el roce de éstas. Me ordena darme la vuelta.
-Me puedes
mirar cuando quieras.
Le miro
efímera mente y miro hacia la pared. Me azota con el flogger en las pezoneras,
en la barriga, en el sexo…
-Mírame –
exige desafiante
Le lanzo una
mirada fugaz y la aparto rápidamente, soy incapaz de mantener un contacto
visual con él en estos momentos.
-Aguantas
más por detrás que por delante ¿Eh? Date la vuelta.
Ratifico y vuelvo
a colocarme de espaldas mirando hacia el pasillo. Estoy alerta en todo momento.
-Tienes el
culo ardiendo ya ¿Eh?
Asiento. Me
acaricia el culo para suavizar y me lo aprieta. Jota va hacia la cocina y regresa
con un hielo. Me lo da y ordena meterlo en mi vagina. Me lo meto despacio y como
en toda práctica nueva me asaltan dudas. Noto mucho frío y es un poco
desagradable.
-Mételo
Daira, no me importa que el agua caiga en el suelo –dice con tono serio
Jota espera
y sé que se está enfadando. Pongo todo de mi parte, consigo meterlo pero mi
propia vagina me lo expulsa. Intento aguantarlo pero no puedo. Los pocos
segundos que lo tengo dentro son suficientes para avivar mi interior.
-Me lo
expulsa – alego con un poco de miedo
Frustrada
desisto y miro a Jota buscando su aprobación para dejar de intentarlo. Acepta. Me
quita el hielo y lo lleva a la cocina, momento perfecto donde aprovecho para
acariciarme el culo con el agua que mojan mis manos y calmar el dolor. Me quema
la piel.
-Me gusta
que lo hayas intentado
Noto como
algo roza mi culo y me percato de la fusta. Jota propicia golpes fuertes sobre
mis nalgas marcando todo centímetro de mi culo. Creo que es la primera vez que
me quejo en alguna sesión por los golpes. Emito sonidos mudos y otras veces
gemidos suaves fundando así una mezcla de placer y dolor.
-Te quejas
pero no paras, menuda zorra eres.
-¡Ay!
–musito contrayendo el rostro.
El dolor en
mis entrañas se hace más intenso y lacerante todavía. Le toca el turno a la
vara, la temida vara. Asesta golpes contra mí, aunque menos de los que
esperaba, pero suficientes para cargar y desfogar dolor sobre mí. Jota me
obliga a agachar la cabeza humillándome. Señor no escatima en azotes y yo no
bajo la guardia en ningún momento. Soy consciente de los objetos y golpes que
ya han pasado por mi cuerpo, especialmente por mi culo y me planteo parar en
diversos momentos, pero no lo hago, le voy a demostrar que soy capaz de
aguantar hasta lo que se piensa que no podría.
Vuelve a
coger el cinturón y a propiciarme golpes intensos, de esos que te cortan la
respiración y para. Me siento algo decaída y débil pero es más emocional que
físicamente. Me libera de las esposas y un gesto suyo me hace saber que me
ponga de rodillas. Voy hacia él y se detiene delante de mí colocándome justo
debajo de él, con la cabeza metida entre sus piernas.
Me agarro a
éstas mientras Jota me posee, me eclipsa y me azota con el cinturón. Echo el
culo hacia delante emitiendo pequeños gruñidos y cruzo las piernas como
reacción al dolor.
-Manos al
suelo y abre los brazos.
Lo hago y
sigue con sus golpes. Dominada por completo.
-Me encanta
que hagas lo que te pido.
Cada vez me
siento más frágil y muy dolorida. Me permite incorporarme de rodillas y pone su
pene tapado por el pantalón en mi boca, la huelo por encima de éste y no pierdo
de vista mi recompensa: su polla. La espero con ansias.
-¿La quieres?
–refiriéndose a ésta
Hago un
movimiento afirmativo con la cabeza y se la saca para darme mi premio.
-Disfruta de
tu descanso, que todavía te queda mucho más.
Finjo que no
me importa. Que venga lo que quiera que yo mientras disfruto de mi capricho más
preciado. Saboreo cada segundo como si fuera el último y disfruto de mi
merecido descanso.
-Hoy me voy
a correr en tu carita, me apetece –me informa
Yo sigo a lo
mío y Jota me la quita de la boca dando pasos hacia atrás.
-¿Quieres
polla?
Asiento y
Jota me cuelga el cinturón en el cuello.
-Ven a por
ella, vamos, ven a por tu premio.
De rodillas
voy guiándome en busca de la polla y cuando me encuentro con ella la vuelvo a
saborear y chupar. Me quita las pezoneras y tira de mis pezones. Duele pero me
centro en lo que realmente me importa ahora.
-Buena chica
–dice mientras me acaricia la cabeza
Mi
recompensa dura poco, Jota se aparta de mí, me levanta de los pelos y me empuja
de tal forma que casi pierdo el equilibrio y caigo de lado al suelo. Me siento
como una mierda. Consternada.
-Cabeza al
suelo y culo en pompa –me ordena
Me limito a
obedecer y coloco en esa posición. Jota me chupa el culo y mete dedos en él para segundos después inundar con el cinturón. Un único golpe más me hace
sentir vulnerable, anulada, desbordada y sin fuerzas. Mis ojos se llenan de lágrimas
e intento contenerme, no quiero que Jota se dé cuenta.
-No te gusta
verte tan despreciada ¿eh? – dice un Jota desenmascarado
Su
comentario denigrante me provoca rabia y no sé si lo ha dicho por que se ha
dado cuenta de que estoy llorando o francamente porque le ha dado la gana. Tras
unos golpes más me ordena levantarme. ¡Mierda! No quiero que me vea llorar y
vea que estoy débil, me limpio las lágrimas y me levanto pero indudablemente es
algo que no se puede esconder. Desmoronada y aturdida mi llanto se hace
imparable. Jota me da una hostia y yo no reacciono.
-Me da igual
que llores, mientras no me digas que pare voy a seguir.
Con la
mirada perdida escucho a un Jota tajante, irreconocible y llevándome a su
terreno. Me da otra hostia para ver si reacciono.
-¿Estás
bien? – se preocupa por primera vez.
No acierto a
encontrar palabras mientras intento apaciguar mi llanto pero ahora si reacciono
con un solo asiento.
-¿Quieres
parar? –insiste.
Niego con la
cabeza y me lleva con desprecio hacia el sofá ordenándome apoyarme en éste
mostrando el culo. Ya instalada y rota de dolor recibo un azote, de nuevo con
sin duda el protagonista de la noche, el cinturón. Cinco golpes después Jota me
obliga a contar. Afloran los miedos. Sé que me va a costar hacerlo porque no
soy capaz de calmar el llanto y Jota lo hace aposta. Con cada golpe se me corta
la respiración y mis lágrimas aumentan a ritmo acelerado. Pero no me pienso
amedrentar asique cojo fuerzas, me sereno y me hago consciente de lo que me
viene por delante. Preparada para todo.
Jota
descarga el cinturón y golpea velozmente en las dos nalgas y centro con fuerza.
-¡Uno! –
cuento entre lágrimas
-¡Dos! –exactamente
igual
Me golpea
una vez más.
-¡Tres!
–golpea salvaje mente, cierro los ojos, respiro y cuento segundos después
Me
estremezco y mi voz suena débil.
-Más alto –
me ordena Jota
Los
convierte en 4. Digo el número con voz alta y clara.
-¡Cinco! –
digo entre sollozos
-¡Seis!
–susurro con voz ronca y forzada
Sigo
enumerando los infinitos golpes sin compasión que me da a la espera de que
termine, todo principio tiene su fin asique cuento con ánimo sabiendo que esto
acabaría tarde o temprano. Algunas veces me salen sollozos, otras me salen alto
y claro, otras a punto de mandarlo todo a la mierda. Intento convencerme a mí
misma de que puedo y soy capaz de llegar hasta donde Jota quiera. La capacidad
de aceptar es la muestra más grande de autoestima que puedes tener.
-¡Treinta! –
sigo contando
La furia de
Jota se desata sobre mis nalgas, libera tensiones y se sacia con el cinturón.
El dolor vuelve a aflorar a la superficie, cada vez se hace más exasperan te,
atormentándome. Suplico por dentro para que Jota pare, no se cansa, es
invencible. ¿Y si no para? La idea es aterradora y la ahuyento de inmediato.
Parará si le detengo, pero por ahora no va a ocurrir.
-¡Cuarenta!
El dolor se
acentúa ante los golpes ágiles, despiadados y eficaces de Jota pero resisto y receptiva
sigo contando.
-¡Cincuenta!
Me inunda
una sensación de alivio cuando Jota deja el cinturón en la mesa y se detiene
dejando un reguero de azotes acumulando hasta ahora el mayor número de golpes
empleados sobre mí.
Regreso
hundida a la habitación pero poco a poco mi llanto se apacigua hasta
convertirse en un débil sollozo ahogado. Al final, por suerte, dejo de llorar.
Jota me pone frente al espejo y él se coloca detrás de mí. Al ver mi cara me
estremezco, rímel derramado por toda la cara y sin una pizca de maquillaje, estoy
hecha totalmente un desastre, pero eso ahora no me importa.
-Mírate al
espejo, ¿estás llorando? –se mofa Jota de mí
A través del
espejo veo el rostro serio de Jota mirándome, estricto y nada permisivo. Lanza
un escupitajo al espejo.
-Chúpalo,
como perra que eres.
Limpio el
escupitajo con la lengua sin dejar rastro de saliva en el espejo. Me doy la
vuelta para quedarme frente a la cama y al girarme hacia el espejo para
limpiarme la cara Jota me empuja y caigo en la cama inestable. Me recompongo y
coloco en posición a 4 patas, cierro los ojos y respiro. ¡Aguanta Daira, tú
puedes! Me azota escasamente con la mano y voy al borde de la cama, de rodillas
para comérsela. Me la introduzco en la boca y frágilmente empiezo a chuparla y
saborearla.
-Tienes la
cara hecha un desastre –se mofa
Poco a poco
voy recuperando fuerzas y ganas. Activo el chip inmediatamente.
-A ver esa
lengua, chupa con ganas.
Me agarro a
la pierna izquierda de Jota por encima del pantalón y con la derecha la toco a
la vez que la chupo, la redondeo y la degusto. Miro a Jota, como siempre un
lujo y gran espectáculo para mí. Me levanta y tira de malas maneras en la cama
para que me ponga de lado, me lubrica el culo, me ordena mano en nalga para
abrirme y penetra despacio, sabe que si no me duele. Estoy en tensión e
incómoda, me duele bastante la espalda pero recibo encantada otro dulce premio
de la noche. Sabía que hoy no tendría placer sexual, o eso creía.
-Al final lo
vas a disfrutar y todo, zorra –se mofa
Pues claro,
como no voy a disfrutar del sexo. Arqueo la espalda para evitar el dolor y Jota
se percata.
-¿Estás
bien? –se preocupa, sabe el problema que tengo
-Me duele la
espalda –respondo
-¿Aguantarías
a 4 patas?
-Sí, pero
así estoy bien, de verdad.
-Bueno pero
aun así yo prefiero a 4 patas.
Sonreímos,
todo un placer para una sesión como la de hoy. Me coloco en posición perrita y
vuelve a penetrarme. Mientras tanto Jota se va liberando de toda su ropa hasta
quedar totalmente desnudo. Me acomodo y acoplo buscando mi placer y no me
despego de Jota, así no siento nada de dolor. Disfruto de mi momento sexual, penetraciones
suaves y lentas que aceleran simultáneamente, del paraíso que no sé cuánto
tiempo durará. Jota me tira del pelo y miro al espejo.
-¿Y esa cara
de zorra que tienes?
No podía faltar
ese comentario tan habitual de Jota. Aparto la mirada del espejo y sonrío
tímidamente. No sé si me permitiría ni siquiera sonreír tal día como hoy. Jota
echa saliva en mi cara y la restriega mientras me dice:
-Este culo
es mío, ¿me lo das?
Asiento y me
dejo llevar. Tengo ganas de hacer pis, algo extraño que nunca me ha pasado al
hacerlo por detrás, ¿me iría a correr por los azotes y por penetración anal?
Expulso algo de mi interior, no entiendo nada y me evado de ese pensamiento
para centrarme de nuevo en lo que estamos. Paramos y Jota me vuelve a llevar al
suelo y en el borde de la cama para que vuelva a comérsela.
-No sé si
tienes el culo lo suficientemente rojo, ¿tú que dices?
Me doy la
vuelta con tranquilidad y miro al espejo para comprobarlo. No digo nada, solo
sonrío y sigo con mi premio. Le miro. Me da bofetones.
-Al final si
vas a ser buena perra, sí. ¿Quieres seguir con la polla o prefieres que te
azote?
Puf, menuda
tesitura. Como el que calla otorga y yo no sé qué elegir me decanto por decirle
que lo que él quiera y Jota se enfada y sale de la habitación echando humo.
Regresa con el cinturón y me pone en la cama de rodillas.
-No puedes
decirle a tu dueño que lo que él quiera- dice enfadado.
¿Ah, no?
Joder y yo que pensaba que sería la respuesta que él querría escuchar. No sabe
una como acertar. Se coloca de rodillas en la cama delante de mí y se la chupo
mientras me azota con el cinturón, sin dar tregua. Lanzo un suave grito debido
a la sorpresa. Al final tengo las dos cosas por no tomar mis propias
decisiones.
-Puf que
posturita –dice -Me encanta como me la estás comiendo hoy, te voy a tener que
azotar con el cinturón más. ¿Quieres que te dé con la hebilla?
Me atrevo a
negar con la cabeza y sigo con mi polla. Jota sigue azotándome con el cinturón,
emito gruñidos cuando éste me da en el sexo, es insoportable pero continúo
animada, se ve que los azotes me activan. Los pequeños descansos que me permite
Jota son un bálsamo para mí. Cuando me
relajo, vuelve a azotarme. Regreso al suelo y Jota sentado en la cama me graba
y pervertida miro a la cámara.
-Disfrútala,
es toda para ti. Es tuya haz lo que quieras con ella.
La saboreo,
redondeo, chupo el glande, toco los testículos, me doy golpecitos en la lengua…
-Eso es,
chúpala como si fuera la única que hay, la más sabrosa. Métete la hasta donde te
coja.
Lo hago y me
obliga a una segunda vez. Me tira del pelo y aterriza en mi boca, me la devora.
-Que
preciosa eres.
Sonrío
tímida. Ahora creo que sí han acabado ya los azotes, o al menos con el
cinturón. No sé cuánto tiempo llevo haciendo mía la polla de Jota, me duele la
mandíbula y deseo que se corra, sé que aguanta mucho y lo hace adrede.
-¿No vas a
hacer que se corra tu dueño? –dice irónico
Le miro
indignada. ¿No le está gustando? Pero sale un gemido de placer y me anima a
continuar con la expedición.
-¿Y esa cara
de rabia? – se cachondea
Jota me da
un descanso y se la coge para pajearse él. Supongo que necesitará más y él sabe
cuánto y cómo hacerlo.
-Es la
primera vez que me hago una paja delante de una perra.
Me la vuelve
a ofrecer y sigo disfrutando de mi capricho.
-¿Te gusta
el BDSM Daira?
Asiento de
la mejor manera que sé, con polla en boca. Jota se tumba en la cama y me pongo
al contrario de ÉL, como 69 pero sin estar encima. Durante un largo rato estamos
así, intercalando azotes con la mano, miradas al espejo, caricias en la
espalda, gemidos mudos y suaves y sujeciones de pelo para que no me moleste.
Estoy cansada y me duele bastante la mandíbula, me doy pequeños descansos y
ruego que termine ya. Rápidamente Jota me lleva de nuevo al suelo y se vacía en
mi cara, dejando su marca insaciable y única en ella.
Me rodea con
los brazos y yo a ÉL, liberando horas de ansiedad, tensión, angustia y miedos
en ese abrazo, siendo un bálsamo que calma mi nerviosismo. Dulcificando el
abundante dolor y rondándome una indecible sensación de alivio, relajación y
satisfacción. Lo he conseguido y sé que Jota está orgulloso de mí, al igual que
lo estoy yo misma. De la capacidad que tengo de cumplir lo que me propongo.
Grabando en mi retina cada momento que Jota me regala.
Cada sesión
es diferente, única e irrepetible. No falta detalle. Lo previsible queda de
lado, nada sé de lo que va a pasar, sólo que me atrae y provoca ese extraño
cosquilleo.
He vuelto a
sentirme viva desde que conozco este mundo. Estos meses han sido los más emocionantes,
los más impredecibles, los más fascinantes de mi vida. Coleccionando momentos y
experiencias inolvidables.
No recuerdo
en qué momento ni azote exacto empecé a excitarme ni por qué los golpes me
provocan esa sensación, pero sé que lo estaba a pesar del dolor causado, de que
mi cuerpo quería más, de no querer detener a Jota en ningún momento. No es una
excitación sexual como tal, no se trata de una penetración o de un cunnilingus,
no tiene nada que ver, es algo extraño y no sabría explicar el efecto que
ejerce sobre mí. Solo sé que me siento llena de energía. Y que siempre, pase lo
que pase, memorizo esta frase en la cabeza “QUÉDATE SOLO CON LO BUENO” 🙂
Daira.